El «Yo a tu edad…» y otros tantos tontos tópicos

El «Yo a tu edad…» y otros tantos tontos tópicos

Por Àlvar López de Medina, presidencia del Consell de la Joventut d’Alacant

Yo a tu edad ya tenía trabajo. Yo a tu edad ya tenía un hijo. Yo a tu edad ya tenía mi casa. Con la juventud de ahora veremos las pensiones. ¿Cuántas veces hemos tenido que pararnos (sin pedirlo) a escuchar estos reproches? En estas estamos y seguimos. Tragando opiniones que, si pensaran y vieran un poco más allá, dejarían de criminalizar a uno de los sectores más vulnerables y precarizados de nuestra sociedad.

Tenemos ganas, pero no oportunidades. De conseguir un trabajo acorde a nuestra formación, a nuestras ambiciones, a aspirar a un salario digno por encima del SMI que nos permita una emancipación en condiciones y crear un proyecto de vida familiar o en solitario, así como ascender laboral y socialmente y, con ello, generar riqueza en nuestra sociedad, tanto económica y colectiva como personal, física o intelectual. Porque sí, las personas jóvenes estamos capacitadas para hacer que nuestra sociedad avance hacia el futuro con el que soñamos, pero es esta la que permanece anclada en un periodo oscuro que detonó en 2008 y del que todavía, parece, no hay ganas de querer recuperarse.

Nuevas leyes, excelentes medidas, aumento de cifras, progresos en contratos… Mucho ruido y pocas nueces. Vemos decisiones y resoluciones que más que avances y mejoras beneficiosas para la sociedad parecen (aunque siendo sincero, en su mayoría, más bien lo son) parches para callar bocas antes de que lleguen los próximos comicios. Y que los problemas los gestione el siguiente que ocupe la butaca.

A pesar de que las cifras de empleo en los últimos meses van mejorando y las nuevas medidas laborales están despegando en nuestro país, las personas jóvenes todavía seguimos ancladas en las situaciones de entre crisis. Y es que la precariedad está a la orden del día.

Actualmente en nuestra provincia tenemos cuatro personas jóvenes por cada diez que trabajan, mientras que hace 20 años esto era al revés, cada seis estudiantes había 10 empleados. Por no hablar de que un alto porcentaje de jóvenes que estudia mantiene un empleo precario con el que poder financiar su formación, con lo que mejor no hablamos de ahorrar.

Lo mismo ocurre a la hora de crear un proyecto de vida. Mientras que hace tres décadas, las jóvenes podían acceder a una vivienda y comenzar un proyecto de vida, ahora mismo el mero hecho de hacer frente a un alquiler es algo que solo está al alcance de una diminuta minoría (válgame la redundancia, porque es así), al igual que con una hipoteca. Con los salarios actuales, tendríamos que destinar alrededor de un 80% al alquiler, sin contar gastos, con lo que ¿cómo vamos a sobrevivir?

Todo ello, hablando de mantenernos a nosotras mismas, porque ya ponernos a pensar en una posible maternidad es una aspiración casi imposible. Si no tengo para comer yo, ¿cómo voy a alimentar a una criatura? O sin una casa o un trabajo estable que no dependa de la temporalidad ni tampoco de la estacionalidad, ¿cómo voy a poder cuidarla? Por no hablar de la mera capacidad de querer ascender en un trabajo y no poder hacerlo por la falta de conciliación.

Estos son solo algunos de los motivos por los que vamos atrasando una decisión que tiene fecha de caducidad y que trunca y frustra los proyectos vitales de toda una generación de jóvenes con ambiciones. Por no hablar de un fracaso como sociedad. Y no por el hecho de querer o no querer, si no por no poder hacerlo.

En nuestro país, tenemos un grave problema que con el paso de los años se va agravando. Y es que España, con una tasa de natalidad por debajo de 1,3 descendientes por mujer, ocupa el segundo puesto de los países de la Unión Europea con la tasa de natalidad más baja.

Unos datos que pasarán factura en un futuro no muy lejano. Con el actual desempleo y con los índices de natalidad por los suelos, el Estado se verá incapaz de hacer frente a cualquier tipo de prestación, además de las pensiones. Ya que, sin ingresos, difícil es hacer gasto e inversiones. No nos quejamos por gusto ni por comodidad. Lo hacemos porque viendo la curva demográfica española, es el escenario más probable.

Démonos cuenta de que el futuro es ahora. Ojalá que lo próximo a escuchar sea «Yo a tu edad hacía como tú, luchar por los derechos de la juventud». O, mejor aún, que en un futuro la juventud sea prioritaria en las políticas públicas y no tengamos que vivir más estas situaciones.