Ni oro ni incienso ni mirra: lo que queremos es salud mental

Ni oro ni incienso ni mirra: lo que queremos es salud mental

Por Claudia Muñoz Prol, vicepresidenta del Consell de la Joventut d’Alacant

Seguro que en estos días de espíritu navideño repletos de magia, luz, color y alegría tenemos en la cabeza una canción: Ya vienen los Reyes magos, ya vienen los Reyes magos caminito de Belén; y también hacia otras partes del mundo en la que se celebra esta tradición, como es nuestra ciudad, Alicante.

Ya hemos visto, a través de las redes sociales, cómo algunos miembros del equipo de Gobierno de nuestro Ayuntamiento han hecho entrega de sus cartas a los carteros reales y estamos seguras de que, un año más, han pedido a sus Majestades de Oriente lo mejor para nuestra ciudad, además de algún encargo personal (eso sí, sin malpensar). Pero ¿serán estos tres personajes, que arriban a la cuenca oeste del Mediterráneo para hacer entrega de sus ofrendas, capaces también de velar por el bienestar de una ciudad con más de 350.000 habitantes – de los cuales más de 72.000 son personas jóvenes – y hacer frente a un sinfín de anuncios y promesas electorales en tan solo una noche? Pues quizá con la magia de la Navidad todo sea posible.

Aunque bueno, mientras despertamos con regalos, paquetes y galletas mordidas bajo el árbol o en nuestros balcones y desayunamos el tradicional roscón con chocolate a la vez que en la televisión cantan las voces de niñas y niños en un teatro al ritmo de las bolas del bombo; desde el Consell de la Joventut d’Alacant repasamos nuestra carta a sus Majestades, porque la juventud alicantina no ha recibido nada más allá del humo y el carbón un año más. Y eso que no hicimos entrega de estas peticiones el pasado martes, sino que llevamos reclamando estas medidas tiempo atrás.

No pedimos ni oro, ni incienso, ni mirra. Lo que solicitamos a sus Majestades – con copia visible a nuestros políticos – en nuestra carta son necesidades básicas que la población juvenil debería tener como derechos fundamentales y no como privilegios al alcance de pocos.

Como que la salud mental sea una prioridad para la Administración pública y, sobre todo, en nuestro ámbito local. Debemos contar con más inversión y ejecución en recursos públicos y gratuitos disponibles para toda la sociedad con el fin de tratar estas enfermedades que cada día afectan a más personas jóvenes y que la pandemia ha remarcado aún más. Pues las cifras oscilan en que entre un 10% y un 20% de jóvenes se han enfrentado a problemas relacionados con la salud mental en este último año y medio marcado por la crisis del covid-19, otra dificultad más que se suma a la crisis de 2008 y de la que todavía no hemos salido.

Y es que esto no viene marcado por haber estado encerradas en casa durante unos cuantos meses sin ver a nuestras amigas más allá de una pantalla, no. También tiene mucho que ver la impotencia que nos causa ver cómo aspectos básicos y asimilados de nuestro día a día no se han considerado. Hemos cumplido con todas las exigencias que, desde el inicio de la etapa estudiantil, se nos han exigido. Nos hemos formado en todas las etapas escolares, hemos y seguimos cursando educación no obligatoria y superior. ¿Y todo esto para qué? ¿Para llenar el cupo de la “generación más preparada”?

Este aspecto también influye en nuestra salud mental. Cumplir con nuestras “obligaciones”, ya marcadas desde bien pequeñas, a cambio de esperar oportunidades y buenas noticias que se nos prometían y de las que no hemos visto ni recibido nada todavía. ¿Dónde queda eso de un trabajo estable y de calidad que nos permita emanciparnos para seguir nuestro camino y crear un proyecto de vida? Quizás se quedó en el estanque junto a las cifras de desempleo juvenil en nuestro país marcadas, como bien ha demostrado diciembre, por la temporalidad y la desigualdad con las mujeres.

Por no hablar también de la criminalización generalizada sobre nuestro colectivo a la que nos enfrentamos meses atrás durante el estallido de la cuarta ola, la mal llamada “ola joven”. Y es que, con una mayor apuesta del sector público por mejorar y reforzar el ocio alternativo y saludable, junto a la cesión de espacios donde poner en marcha este tipo de actividades, destinada a este sector demográfico, podríamos habernos ahorrado tanta culpa y disgusto. Porque sí, las malas caras, los comentarios y comportamientos adultocentristas, los tuits culpabilizadores y los discursos vacíos también achacan a nuestra salud mental.

Creemos que no pedimos demasiado, tan solo que sus Majestades (y nuestros políticos) escuchen a la juventud alicantina y tengan en cuenta sus necesidades y sus opiniones, las cuales les permitirán poner en marcha actuaciones para mejorar la vida del colectivo y evitar, quizá una posible fuga de cerebros hacia otros municipios, provincias o países en los que su salud mental y sus posibilidades sean la prioridad de sus gobernantes.

Mientras tanto, desde el Consell de la Joventut d’Alacant seguiremos velando por los intereses de la juventud, por conocer sus necesidades y trasladarlas a la Administración para mejorar la vida de las personas jóvenes de nuestra ciudad.