Hacer políticas de juventud… en plan Europa
Por Àlvar López de Medina, presidencia del Consell de la Joventut d’Alacant
Errar es humano. Y la Unión Europea se dio cuenta en un primer momento. Durante un largo periodo de la pandemia, la sociedad tendió a criminalizar a la juventud por el aumento de casos, justificando la llegada de una nueva ola como consecuencia de la «irresponsabilidad de los jóvenes» e, incluso, mal bautizándola como la «ola joven». Así, porque se puede, injustamente. Y una vez más se pudo ver la amplia brecha social y generacional que sufrimos. Durante aquellos meses parecía que ser joven es un delito.
Aun así, ante los mensajes, titulares y respuestas que recibíamos – todo negativo y en nuestra contra –, las personas jóvenes actuamos como mejor lo sabemos hacer: con responsabilidad. Fuimos capaces de romper nuestras relaciones e interacciones sociales en el exterior, más allá de una pantalla; de seguir las recomendaciones sanitarias marcadas en cada momento, de preocuparnos por nuestros mayores saliendo a hacerles la compra a través de programas de voluntariado, ayudándolos en la medida de lo posible e ir con cuidado, en definitiva, nos supimos cuidar unas a otras. Con las consecuencias posteriores que estallaron y que todavía a algunas personas les cuesta ver: aumento de enfermedades de salud mental, incrementos de intentos de suicidio y autolesiones, gran caída del empleo joven, engrandecimiento de la precariedad, además de tener que abandonar la poca emancipación que algunas de nosotras podían tener…
Es por ello, que la Unión Europea fue consciente del esfuerzo que hicimos en todo momento las personas jóvenes para superar la pandemia. Por ello, desde los altos cargos de este organismo se propuso celebrar en 2022 el Año Europeo de la Juventud, para honrar a la juventud y nuestros «comportamientos ejemplares».
Sin embargo, desde Europa no solo se han centrado en ponerle un nombre bonito a este año, sino que también han aunado esfuerzos por acercar sus políticas a las personas jóvenes y hacer que seamos protagonistas en los procesos de toma de decisiones. Todo ello, con el fin de avanzar en la construcción de un futuro mejor en el que se conozca nuestra visión, la sociedad se sume a nuestro compromiso y en el que prime la participación y movilización juvenil.
Claros ejemplos los tenemos muy cerca con las Embajadas para el Diálogo con la Juventud, participada una de ellas en nuestro territorio y en la que he tenido el placer de participar para trasladar las preocupaciones, propuestas y demandas de las personas de nuestro alrededor. Todo ello a través de diálogos estructurados, cada vez más necesarios, entre personas jóvenes y representantes políticos de las diferentes esferas, que permiten ver la necesidad real de hacer políticas transversales como las que lleva a cabo Europa, cada vez más interesada en apostar por la juventud como motor del cambio, para avanzar hacia un continente, una sociedad y un estilo de vida más social, sostenible, verde, igualitario, inclusivo y con mejores derechos.
Porque son muchas las fracturas y desigualdades que sufrimos, por ejemplo, las prácticas no remuneradas. El Parlamento Europeo y otros organismos ya se han pronunciado sobre este tema marcando un gran rechazo a las mismas e instando a los gobiernos de cada región a que legislen para evitar este tipo de explotación laboral, como una medida urgente que permita empoderar a la juventud. Y es que las personas jóvenes por el mero hecho de aprender en una empresa externa nos sometemos a la precariedad, haciendo un trabajo real como el de cualquier persona contratada, supliendo bajas o sufriendo estrés y ansiedad que disfrazan como «formación voluntaria». Es por ello, que son necesarias políticas públicas que acaben con esta «violación de nuestros derechos», tal y como consideró esta práctica el Parlamento Europeo, y que acaben con las típicas justificaciones que más de una tutora de prácticas ha hecho: «tu sueldo son los créditos que yo te firmo si lo haces bien». Sí, señora, unos créditos que ya he pagado y, spoiler, no son para nada baratos.
Igual pasa en la recuperación social que vivimos tras lo que para muchas personas parece el fin de la era covid. Se pone el foco en empresas, organizaciones, PYMES y autónomos, como si todo el capital económico de un país, de un territorio o de un municipio les perteneciera para generar riqueza, dejando de lado y olvidada, en la mayor parte de las ocasiones, la auténtica riqueza que genera la contratación de personas jóvenes, formadas, con capacidades y, sobre todo, con ganas de trabajar y crear un proyecto de vida. Fomentar el aumento de plantillas jóvenes en la empresa privada también forma parte de la recuperación, al igual que mejorar las políticas actuales en materia de juventud y otras áreas que nos permitan estar al mismo nivel que otras preocupaciones que priman nuestros representantes gubernamentales. Porque, lo repito una vez más y no me cansaré, somos presente y futuro. En Europa, en nuestros países y en nuestros muncipios.
Las jóvenes nos preocupamos por el futuro y por el lugar que tendremos en el mismo. Es hora de hacer políticas de juventud… en plan Europa.